Tres cuartos de hora, los de la segunda mitad del partido contra el Sevilla, han bastado al valencianismo para sacar pecho. Es tan prematuro como necesario, sobre todo por las dudas que el propio equipo se había generado a sí mismo durante la pretemporada. Al menos el 2-0 inyecta la primera dosis de confianza y resalta por encima de todo que Emery acertó de pleno no sólo en la elección de los jugadores que compusieron el once sino también en la interpretación que le dio a un siempre inquietante duelo contra el Sevilla.
Emery, por cierto, sigue alimentando una curiosa estadística. No hay arranque que se le resista. Tanto en el año que estuvo con el Almería y como los dos con el Valencia ha empezado la Liga con victoria. A él le ha venido de perillas, desde luego, sobre todo porque se carga de razones en casos que llaman poderosamente la atención. El de Éver Banega es el más llamativo. La negativa del entrenador a que el Valencia aceptase la jugosa propuesta del Stuttgart de casi 8 millones de euros ha recibido la primera justificación. l argentino fue la referencia del equipo. Él, de hecho, cocinó los goles que se zamparon Mata y Pablo, que en las tres ocasiones que se ha enfrentado al Sevilla (una con el Getafe y dos como valencianista) ha mojado. Mata, ayer, todavía saboreaba el guiso y el internacional, a punto de incorporarse a la selección y tras recoger como dorsal el 10 que llevaba Angulo, se atrevía a ir un poco más allá de la lógica prudencia: «El Valencia a final de temporada puede estar en la pelea por el título y la Liga de Campeones». El matiz del 'puede' es importante porque para muchos el Valencia, por entidad de sus propios jugadores, 'debe'.
Sobre todo porque una de las cosas que perseguía Emery parece que se ha conseguido. Al menos contra el Sevilla lo mejor que se vio en Mestalla fue el convencimiento de que el Valencia no iba a pasar los apuros de antaño detrás. Dealbert fue, en ese sentido, una sorpresa agradable. El tándem con Alexis rozó la perfección y eso le sentó de cine al equipo. Nadie podía imaginar que el ex castellonense ofreciera un nivel tan alto en su primera experiencia en la élite. La concentración que mantuvo durante la hora y media de juego se vio acompañada de una anticipación y un saber estar destacado. Ni Luis Fabiano, ni Kanouté ni después Negredo -ese que tantas noches de este verano quitó el sueño a Emery- tuvieron la más mínima opción. Si algo parece haber cambiado en este Valencia es precisamente su organización defensiva. Y no hizo falta apostar para ello por Marchena y Albelda para el doble pivote. En Mestalla, ese planteamiento, tendrá una difícil aceptación por parte de la grada.
A los aficionados les gustó, al margen de que se quedara su equipo con los tres puntos en juego, ver que los nuevos ofrecían una buena sintonía. Cierto es que a Moyà apenas se le vio pero cuando tuvo que dejarse ver, el ex del Mallorca acertó a la hora de media bien sus salidas. Sólo se vio dudar un par de veces a la hora de lanzar a su equipo al contragolpe si bien es un aspecto ya tan concreto que a veces no suele ni apreciarse. Sí se vio, en cambio, que Bruno no lleva del todo bien eso de jugar por la izquierda. Es la tercera vez que el lateral juega un partido a pie cambiado. Y por mucho que se empeñe el entrenador no está a gusto aunque, eso sí, sus condiciones -las otras- suplen esta deficiencia forzada desde el banquillo. Cuando más se le nota a Bruno es, lógicamente, cuando se acerca al área rival. Ahí es cuando el diestro debe darle un valor que no tiene a su otra izquierda.
La solución la tiene Emery al alcance de la mano. Hay que sumar a la causa a Mathieu. De él se decía que le faltaba, además de cierto tono físico, el acoplamiento adecuado al grupo. Pero la verdad es que en los 45 minutos que jugó su nota media se equiparó al del resto del grupo. Se metió pronto en la dinámica del partido y no tuvo nunca la menor duda de cruzar la línea del centro del campo. La transformación, teniendo en cuenta el suspenso que obtuvo el día del Stabaek en Mestalla, resultó sorprendente. La duda ahora es saber si el verdadero Mathieu -al menos el actual- es el que se vio contra los noruegos o contra los sevillistas. Lo principal, en cualquier caso, es que el equipo vaya a más y no a menos.
Emery, por cierto, sigue alimentando una curiosa estadística. No hay arranque que se le resista. Tanto en el año que estuvo con el Almería y como los dos con el Valencia ha empezado la Liga con victoria. A él le ha venido de perillas, desde luego, sobre todo porque se carga de razones en casos que llaman poderosamente la atención. El de Éver Banega es el más llamativo. La negativa del entrenador a que el Valencia aceptase la jugosa propuesta del Stuttgart de casi 8 millones de euros ha recibido la primera justificación. l argentino fue la referencia del equipo. Él, de hecho, cocinó los goles que se zamparon Mata y Pablo, que en las tres ocasiones que se ha enfrentado al Sevilla (una con el Getafe y dos como valencianista) ha mojado. Mata, ayer, todavía saboreaba el guiso y el internacional, a punto de incorporarse a la selección y tras recoger como dorsal el 10 que llevaba Angulo, se atrevía a ir un poco más allá de la lógica prudencia: «El Valencia a final de temporada puede estar en la pelea por el título y la Liga de Campeones». El matiz del 'puede' es importante porque para muchos el Valencia, por entidad de sus propios jugadores, 'debe'.
Sobre todo porque una de las cosas que perseguía Emery parece que se ha conseguido. Al menos contra el Sevilla lo mejor que se vio en Mestalla fue el convencimiento de que el Valencia no iba a pasar los apuros de antaño detrás. Dealbert fue, en ese sentido, una sorpresa agradable. El tándem con Alexis rozó la perfección y eso le sentó de cine al equipo. Nadie podía imaginar que el ex castellonense ofreciera un nivel tan alto en su primera experiencia en la élite. La concentración que mantuvo durante la hora y media de juego se vio acompañada de una anticipación y un saber estar destacado. Ni Luis Fabiano, ni Kanouté ni después Negredo -ese que tantas noches de este verano quitó el sueño a Emery- tuvieron la más mínima opción. Si algo parece haber cambiado en este Valencia es precisamente su organización defensiva. Y no hizo falta apostar para ello por Marchena y Albelda para el doble pivote. En Mestalla, ese planteamiento, tendrá una difícil aceptación por parte de la grada.
A los aficionados les gustó, al margen de que se quedara su equipo con los tres puntos en juego, ver que los nuevos ofrecían una buena sintonía. Cierto es que a Moyà apenas se le vio pero cuando tuvo que dejarse ver, el ex del Mallorca acertó a la hora de media bien sus salidas. Sólo se vio dudar un par de veces a la hora de lanzar a su equipo al contragolpe si bien es un aspecto ya tan concreto que a veces no suele ni apreciarse. Sí se vio, en cambio, que Bruno no lleva del todo bien eso de jugar por la izquierda. Es la tercera vez que el lateral juega un partido a pie cambiado. Y por mucho que se empeñe el entrenador no está a gusto aunque, eso sí, sus condiciones -las otras- suplen esta deficiencia forzada desde el banquillo. Cuando más se le nota a Bruno es, lógicamente, cuando se acerca al área rival. Ahí es cuando el diestro debe darle un valor que no tiene a su otra izquierda.
La solución la tiene Emery al alcance de la mano. Hay que sumar a la causa a Mathieu. De él se decía que le faltaba, además de cierto tono físico, el acoplamiento adecuado al grupo. Pero la verdad es que en los 45 minutos que jugó su nota media se equiparó al del resto del grupo. Se metió pronto en la dinámica del partido y no tuvo nunca la menor duda de cruzar la línea del centro del campo. La transformación, teniendo en cuenta el suspenso que obtuvo el día del Stabaek en Mestalla, resultó sorprendente. La duda ahora es saber si el verdadero Mathieu -al menos el actual- es el que se vio contra los noruegos o contra los sevillistas. Lo principal, en cualquier caso, es que el equipo vaya a más y no a menos.
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