Moyá pasa el examen con un sobresaliente, tanto que salva al Valencia con tres paradas mágicas Joel aparece con el 56 a la espalda en un debut perfecto.
PEDRO CAMPOS pcampos@lasprovincias.es.-
Mestalla no es el Madison Square Garden aunque por momentos lo pareció. Por el césped aparecía un mozalbete con el 56 en la espalda. Ahí va eso. Prefirió un número de NBA antes que de fútbol. Fue el único atrevimiento juvenil de Joel Johnson Alajarín, el nuevo rookie del Valencia. Con sus 17 años y 169 días de edad se apoderó de una banda derecha que años atrás han recorrido tipos aguerridos como Carrete, Sol o Angloma. Con sus trencitas en el pelo vivió su bautismo en la máxima categoría. Con David Navarro como padrino del acontecimiento, el chaval de Torrent cumplió como debía. No se complicó la vida en ningún momento. No era día para florituras. Pero hubo otras novedades en la gélida noche. El rosa y las mallas se mantenían bajo los tres palos del Valencia, pero no estaba César. Volvía Miguel Ángel Moyá, el discutido, el que Emery arrinconó tras la pifia de Brujas. Imitó a su compañero de batalla y ofreció una actuación perfecta, enviando las dudas de respetable a mejor vida.
Entonces, todos felices. Sólo faltaba que ganara el Valencia, realmente lo importante de la jornada. Pero debe anotarse en letras mayúsculas que la factoría de Paterna fabrique proyectos de futbolista. Tiene uno en Joel, el tercer jugador más joven de la historia del Valencia en hacer su debut, tras Diego Ribera, que lo hizo en 1991 con 16 años y 359 días, y Mena, que apareció con el escudo en el pecho en 1941 cuando en su carné de identidad marcaba sólo 17 años y 36 días. El joven lateral derecho, que se aprovechó de la sanción de Miguel, fue ayer el orgullo de Torrent. La capital de l'Horta Sud tiene en Joel a uno de sus vecinos. Allí vive con su familia. De padre liberiano y madre española, demostró que para mostrarse con oficio no hace falta ser un veterano.
Cuando saltó al campo para calentar ya pudo comprobar que Mestalla no es cualquier sitio. Pero se le vio muy tranquilo, tanto que fue el último en meterse en el vestuario antes de iniciarse el choque. Y cuando las cosas ya iban de verdad, se recogió junto a David Navarro para frenar a la nueva perla del fútbol español. Canales, ya fichado por el Real Madrid, quiso intimidar a su contemporáneo -el cántabro es casi dos años mayor. No lo logró. Tanto que decidió cambiar de banda a ver si podía con Alexis. Tampoco pudo el central.
Joel seguía a la suya, ahora con Óscar Serrano de rival. David Navarro no le quitaba ojo. Tanto que una falta que le señalaron al imberbe valencianista, el del Puerto de Sagunto le explicaba después qué tenía que hacer para que el árbitro tomara la decisión contraria. Cuando Joel hacía lo que debía, su compañero de zaga le mostraba su dedo pulgar. Todo bien.
Pero Mestalla es muy grande. El terreno de juego tiene las mismas dimensiones que el campo de la Ciudad Deportiva, pero parecen que los metros aquí son más amplios. Después de un par de carreras se le vio asfixiado. Se agachaba intentando recuperar aliento. Lo hizo. Fue el único momento que se le vio algo mediatizado. Luego hasta se atrevió a subir la banda e intentó algún toquecito de clase.
A falta de quince minutos para el final pagó la tensión del debut. Se tuvo que retirar a la banda unos minutos al sufrir una rampa. Pero no era el día para dejar el terreno de juego. Volvió para intentar frenar primero a Munitis y luego a Toni Moral. A los dos secó.
En los últimos minutos sufrió mucho, como el resto de compañeros. David Navarro, su fiel escudero, su ejemplo a seguir, se tenía que ir al vestuario con una tarjeta roja. Fernandes se colocó a su lado. Parecían hermanos gemelos, con el mismo estilo de pelo, aunque algo más largo el de Torrent. Aguantó como pudo las acometidas del Racing. En la prolongación volvieron las rampas. Le pesaba hasta el número. Se marchó al vestuario cojeando pero satisfecho. Y tuvo un recuerdo para sus compañeros de la cantera, que ayer oficiaban de recogepelotas, a los que saludó uno por uno. Miguel tiene quien le sustituya. Hay futbolista.
Y también hay portero. Porterazo. Miguel Ángel Moyá, que otras veces ha llevado al Valencia a la desesperación, ayer fue su salvador. Sacó tres balones milagrosos. Uno de ellos con la pierna, a lo César. Se puede estar tranquilo cuando el veterano guardameta tenga que ver los partidos desde el palco. Fue el momento perfecto para que el mallorquín por fin tranquilizara a una afición que no acababa de confiar en el ex bermellón.
Además de reflejos, ofreció tranquilidad a una defensa, donde especialmente Dealbert anduvo algo difuminado. Sólo en una ocasión se le escapó el balón de las manos en un centro desde la banda. Pero lo arregló con rapidez. El murmullo inicial se convirtió en aplausos, como los que recibió tras saltar al campo para calentar. Mestalla y Moyá se necesitan. Ha vuelto el amor.
No es que le llegaran muchísimos balones, pero los que merodearon por su zona tenían un peligro mortal. Pero Moyá estuvo muy tranquilo, centrado. En los días previos, como él comentó al acabar el choque, intentó abstraerse de todo y visualizar un encuentro como el que ayer protagonizó. Lo necesitaba él y también el Valencia.
Porque justamente se cumplía un vuelta completa en el banquillo. Erró ante el Atlético de Madrid en Mestalla, con un gol casi imposible de Maxi Rodríguez, y en la siguiente jornada, en El Sardinero, Emery optó por dar la oportunidad a César. Y bien que la aprovechó. Entonces el balear se convirtió en el actor principal de los choques de la Europa League. Pero también falló. Ocurrió en Brujas con un balón que no supo atrapar. Llegó la vuelta en el coliseo valencianista y el técnico quiso evitar males mayores y lo envió al banquillo. Pero el destino muchas veces es caprichoso y quiso que pocos días después Emery tuviera que echar mano de él por la sanción del titular. Y Moyá le respondió con sobresaliente.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2010-03-09/mestalla-descubre-rookie-20100309.html
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