El pasado 9 de abril el Real Madrid se impuso con comodidad en San Mamés al Athletic por 0-3. Ese día Mourinho sorprendió colocando al portugués Pepe por delante de los centrales y aunque no se puede decir que el defensa luso ganara el partido, no es ninguna mentira afirmar que fue una de las claves de la victoria. Mou lo puso justo en el sitio donde Fernando Llorente recibe los balones aéreos para desde ahí canalizar el juego de los leones. Parece obvio que el técnico del Real Madrid acertó porque su equipo ganó holgadamente —en el carrusel de clásicos que se avecinan Pepe se va a hinchar a jugar de mediocentro—, pero en honor a la verdad, no inventó gran cosa porque Pepe ya ha jugado en el centro del campo con su selección y también porque, en San Mamés, el Valencia —y antes que el Madrid— comenzó a ganar el partido con Mehmet Topal evitando que Llorente bajara los balones aéreos que le lanzaba a Gorka Iraizoz desde su portería.
El de San Mamés fue posiblemente el primero de los muchos buenos partidos que han convertido al centrocampista turco del Valencia en una de las sensaciones de la temporada y en un futbolista indiscutible en estos momentos a ojos de los aficionados y del cuerpo técnico, incluido el del pasado sábado en Almería. Pero no todo ha sido tan fácil porque en la de momento corta historia de Topal en el Valencia hubo situaciones complicadas; dos meses apagado tras un arranque esperanzador y la sombra de la duda sobre el futbolista por aquello de que ningún turco se adapta al fútbol europeo... más allá de la excepción que confirma la norma: Nihat. Además, entre algunas cosas más sin importancia por sí mismas pero que juntas se acumulan peligrosamente, hubo una lesión que se prolongó más de lo esperado, una visita a un médico de confianza en Turquía y, sobre todo, un tipo que tenía que adaptarse a la vida en Valencia. Y aunque unas más que otras, lo cierto es que entre todas estuvieron a punto de terminar prematuramente con la aventura europea de Mehmet. Emery y Braulio salieron en su ayuda, le apretaron cuando mereció un apretón, y sobre todo, le dieron cariño cuando más lo necesitó. Ahora, recogen los frutos.
31 de diciembre en Paterna
El final del pequeño pero angosto túnel en el que sin darse cuenta se vio Topal se vislumbró el 31 diciembre de 2010, en una reunión entre su persona de confianza en Valencia, —su agente Fernando Seguí de IMG—, Braulio Vázquez y el propio Topal. El coordinador de la secretaría técnica del Valencia le hizo ver que sus problemas con el idioma y la adaptación no podían repercutir negativamente en su rendimiento deportivo, que tenía que superarlos de una manera u otra porque el Valencia no le había fichado para cinco meses, le había fichado para cinco temporadas. Ese día, junto a su mujer, dio su primera clase de castellano con su nueva profesora.
Ahora, Topal no sólo parece otra persona, ahora parece otro futbolista. El tipo que llegó de otra cultura, no hablaba con nadie y tenía verdaderos problemas de comunicación dentro del terreno de juego —hay que tener en cuenta que el idioma es muy importante para un medio centro o un libre puesto que tiene que dar órdenes constantemente— se ha convertido en una persona querida dentro del vestuario por su humildad, su sentido del humor y sus constantes bromas. El futbolista que empezó dando equilibrio táctico al equipo, ha solucionado uno de los problemas del Valencia, la salida de la pelota desde atrás. De hecho, ese fue uno de los motivos por los que Emery jugó con tres centrales ante el Villarreal, para abrir el campo desde atrás y que los balones llegaran rápido a los carrileros —Miguel y Mathieu— y que estos volaran en vertical hacia la portería amarilla. Su aportación al juego como hombre libre en la defensa fue una de las claves en la goleada sobre el submarino amarillo. Una semana después, en Almería el Valencia no jugó con tres centrales y sí con tres centrocampistas por delante de la defensa, y el turco volvió a ser vital en la circulación en una segunda parte en la que los andaluces, cansados ya de correr y presionar, no pudieron más que ver al Valencia tocar y tocar desde atrás a su antojo y comprobar como los de Emery se llevaban los tres puntos con una superioridad que por momentos resultó insultante.
El efecto Rijkaard
Pero la corta aunque prometedora historia de Topal esconde un secreto curioso que solo los que lo conocen desde el principio sabían, aunque quizá sea precisamente ese secreto el que trajo al turco hasta tierras valencianas, porque provocó que jamás perdieron la fe en él. Mehmet ha tenido que reencontrarse a sí mismo para ser útil al equipo también con el balón. La temporada pasada —su última en el Galatasaray— no fue buena para él, con el holandés Rijkaard en el banquillo Topal pasó a ser un mero equilibrista en un equipo descompensado por demasiados sitios; su única misión durante todo el año fue recuperar y dar, recuperar y dar. Nada más. Eso, en un futbolista disciplinado y obediente como él, terminó pasándole factura porque se puede decir que Mehmet involucionó con la pelota en los pies. Esa situación tocó fondo cuando Rijkaard le obligó a realizar un marcaje al hombre por todo el campo sobre el media punta brasileño Alex en un partido contra el Fenerbahce —al más puro estilo de Chico sobre Xavi en un Barcelona-Almería— y encima ante los ojos atónitos de un miembro de la secretaría del Valencia que había ido a ver un medio centro defensivo con capacidad para mover el balón y tenía ante sus narices un jugador trabajador y potente que perseguía a un brasileño jugón como un perro de presa por todo el campo. ¡Una locura!
Lo que se esperaba de él
Tras una temporada de involución con la pelota a las órdenes de Rijkaard, Topal se suelta ahora poco a poco, pero sorprende a pasos agigantados, «está rindiendo a mejor nivel de lo que esperábamos» dice uno de los técnicos que apostó por él. De Mehmet se esperaba una gran capacidad física —sorprende su mínimo porcentaje de grasa y una elasticidad que le hace parecer de goma y le permite llegar a balones casi inalcanzables—, un buen trabajo táctico —el entrenador del Valencia destaca de él su inteligencia para ocupar los espacios libres y realizar coberturas defensivas— y se esperaba que mejorara a los que juegan a su alrededor —o eso al menos dijo Braulio Vázquez cuando lo presentó—, pero lo que nadie esperaba al menos en su primera temporada en un fútbol mucho más competitivo que el otomano, es que se convirtiera en algo así como en el futbolista bisagra, en la dovela del arco de punto que como Sergio Busquets en el Barcelona sin Puyol, actúa de libre y con balón cuando está de defensa, y de medio centro cuando está en el centro del campo. Y todo en el mismo partido.
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