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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Una fiesta total para empezar

El Valencia reentró ayer en la Liga de Campeones con una victoria majestuosa, de la que tendrán que tomar nota todos los aspirantes a levantar la Copa en Wembley. Una noche repleta de goles, zurdazos, carreras y remates a la portería contraria que rememoraron la imagen del poderoso Valencia europeo de otros tiempos. Es cierto que enfrente no había un rival potentado y que será el United el que calibre mejor, en el próximo partido, la capacidad del grupo de Emery en Europa, pero su golpe sobre la mesa fue muy contundente. Ofreció una imagen colectiva sobresaliente y enseñó la calidad de algunos de los nombres llamados a liderar el nuevo proyecto. Fue una gran noche del Valencia y, también, del Tino Costa, "Chori", Topal, Soldado, Adúriz... de todos los que se integran en esta nueva aventura.
El Valencia saltó al césped con la tranquilidad de un equipo grande, ajeno al alboroto de las gradas del Ataturk Stadium, estadio que sólo con su nombre asusta. Ni los apasionados espectadores turcos ni el previsible ímpetu inicial del Bursasport hicieron mella en el grupo de Emery, que salió desde el principio con todo muy claro, todo perfectamente hilado desde la pizarra del vestuario. Un sustito en el remate de Núñez en el primer córner del partido y una patada bestial de Ivek sobre Bruno fue la discreta tarjeta de presentación del Bursaspor, que se encontró con un rival muy superior en todos los frentes. Emery acertó de pleno en la formación del medio campo, donde el Chori y Tino Costa marcaron rápidamente el ritmo del partido, respaldados por Topal. Cerrados los agujeros en defensa y con el balón en propiedad, el Valencia hizo acto de presencia rápidamente en el área rival, valiéndose de la movilidad de Pablo y Joaquín en las bandas y la versatilidad de Aduriz, igual de atento al remate que a facilitar la llegada de sus compañeros. La defensa turca no encontró la manera de desconectarlo.
Con ese aire marcial de gran equipo europeo de épocas pasadas, ocupando con autoridad todas las pulgadas del campo, el Valencia tardó poco en plasmar su superioridad en el marcador. Sólo faltaba enmudecer el Ataturk y lo hizo el Tino Costa con un gol de bandera en una muestra del amplio repertorio que promete el nuevo proyecto. El argentino tomó el balón a 40 metros de la portería, se lo acomodó y desde allí lanzó un zurdazo impresionante, propio de los artilleros de primera clase. El efecto de la pelota, abriéndose hacia a la escuadra, dibujó una estampa maravillosa.
Lejos de acomodarse, el Valencia se creció a medida que pasaron los minutos. No se desenchufó un sólo instante. Ni una concesión ante un rival que colaboró con su limitado concepto de juego colectivo. Como conjunto, el Bursaspor dio evidentes muestras de debilidad. O espabila, o lo pasará muy mal en una competición que castiga, en la fase de la liguilla, a los equipos tímidos y premia a los valientes.
Mucho más armonioso que su rival, el Valencia continuó a lo suyo: Bien fortificado atrás y con el interruptor siempre puesto, a la espera de una acción con la que apuntillar el resultado. El Bursaspor no encontró la forma de hacerle daño, ni por centro ni por las bandas, síntoma inequívoco de la atención defensiva que tanto ha trabajado Emery para esta temporada. No tuvieron que esforzarse mucho David Navarro y Ricardo Costa en proteger a César, muy tranquilo en la primera parte Un chut lejano de Núñez fue la única respuesta local al dominio global del Valencia en el campo.
Al borde del descanso, el partido terminó por poner en escena a Tino Costa, que definitivamente se presentó en la Champions como un extraordionario lanzador. El argentino estrelló la pelota en la otra escuadra en un lanzamiento de falta, una nueva exhibición de su privilegiado golpe con el pie izquierdo. Al rechace se presentó Aduriz, que lanzándose en plancha, recordó sus atributos como "9", y anotó el gol 100 en la Champions.
El Bursaspor apenas se animó en la segunda parte, pese a que su entrenador realizó dos cambios. El Valencia no se dejó intimidar, salvo en una jugada en la que Tino Costa, el gran protagonista de la noche, apareció para evitar el remate a gol de Turgay. Ni siquiera asustó el Bursaspor, que debió sentirse muy pequeñito ante la enorme sombra de su rival, un equipo con grandes hechuras.
Si alguien esperaba la más mínima señal de conformidad del Valencia, se equivocó. Mediada la segunda parte, Pablo aumentó la ventaja con un gol que retrató las diferencias entre los dos equipos. Entre varias torres rivales, metió el piececito y marcó el tercero al estilo Butragueño. Al grupo de Emery le faltaba una última alegría. La de la reaparición de Soldado, que fue sublime. El delantero valenciano anotó el cuarto gol y cerró una noche sublime, que quedará para el recuerdo.

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