Ever Banega no podía más. El calor y el esfuerzo realizado sobre la Rosaleda le pasaron factura una vez terminó el partido y a pesar de la brillante victoria que había logrado el Valencia cayó rendido. El centrocampista argentino terminó el partido exhausto y en cuanto entrenó en el vestuario tuvo un mareo fruto de lo mucho que había corrido durante 90 minuto en Málaga. Eso sí, afortunadamente, la cosa no pasó de eso, de un mero susto, porque al poco tiempo ya estaba totalmente restablecido y en plenas condiciones.
En cuanto el futbolista se mareó, servicios médicos del club tumbaron al argentino sobre una camilla con las piernas hacia arriba y le pusieron hielo en el pecho y en la cabeza. La situación, aunque llamativa, no deja de tener ciertas dosis de normalidad dadas las circustancias. Y las circustancias eran un esfuerzo considerable durante todo el encuentro, un calor sofocante, una humedad considerable y sobre todo, el primer partido en el que la competitividad era máxima. Esto provoca que baje la tensión mínima y suba la máxima; aumente la frecuencia cardíaca y en esas condiciones es normal que se produzca el mareo.
El propio futbolista, ya más tranquilo y en el aeropuerto de Málaga, señaló a este diario que «acabé muerto después del partido. No podía, estaba sin energías». De hecho, Banega fue uno de los jugadores que más esfuerzo hizo durante el encuentro.El argentino comenzó llevando la batuta y tras unos minutos en los que focalizó su esfuerzo en temas defensivos, comenzó a mostrarse por la parte izquierda para crear peligro ante el área malaguista.
Bromas en el avión
Ya de regreso y una vez comprobado que ne no pasaba nada, el jugador hasta se atrevió a bromear. «Lo pasé muy mal», decía, «hasta pensé que me iba para arriba...». Ya a la hora de despegar con dirección a Valencia, y sabedor que gran parte de las miradas estaban centradas en él y que de una manera u otra su mareo se había convertido en el tema de conversación, hizo una broma con la que le puso el corazón en un puño a más de un miembro de la expedición.
El caso es que mientras despegaba dio varios golpes consecutivos a la bandeja de las maletas provocando un fuerte ruido, lo que provocó que los ocupantes de las primeras filas del avión se volvieran asustados pensando que había podido caerse de nuevo, mientras el resto de componentes de la plantilla valencianista —recuérdese que los jugadores se sientan en la parte trasera del avión— se reían, síntoma inequívoco de que con el buen estado de Ever y la victoria el ambiente en el vuelo de regreso era inmejorable.
Más allá del mareo, que la actitud del jugador de darlo todo sobre el terreno de juego en un partido en el que a pesar de la buena actuación de Aritz Aduriz y a pesar de los dos goles de Joaquín, el argentino fue el mejor del equipo. Ever llevó la batuta de un Valencia que fue muy superior en lo que a juego colectivo se refiere. A Banega se le ve de nuevo muy enchufado esta temporada en la que el fichaje del argentino Costa no ha hecho más que motivarle porque supone una competencia clara, y sobre todo, está muy motivado con la llamada de la selección argentina. Banega no estuvo en el pasado mundial, una torneo en el que la albiceleste evidenció que no tiene un centrocampista creador.
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