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martes, 2 de febrero de 2010

¿DONDE QUEDÓ LA AMBICIÓN?

Se vive demasiado cómodo en la tercera plaza: parece que los futbolistas, instalados en la relajación y con un entrenador sin un discurso ganador, prefieren complicarse la vida sin necesidad.


Tras partidos como el de ayer, uno entiende a la perfección el cabreo del presidente... y no alcanza a comprender las timoratas declaraciones del técnico. Porque ayer el Valencia no fue mejor que el Sevilla, ni buscó más la victoria que el conjunto de Jiménez. Los hispalenses salieron al césped con una consigna clara: perder era decir adiós a la tercera plaza en la Liga. Y actuaron en consecuencia. Los ché, en cambio, salieron con la "pachorra" y con poquita tensión en el cuerpo. Ellos, por desgracia, también actuaron en consecuencia.

Recordar la primera mitad del Valencia en el Pizjuán le da a servidor una súbita migraña muy desagradable. Recordar también la actitud del equipo en los primeros compases, también. Y pensar que quizás los jugadores salieron al césped con un discurso perdedor desde el vestuario, simbolizada en la pareja de mediocentros, es para asustarse. Albelda y Marchena no convencieron a nadie, quizá porque no eran la pareja ideal para una noche como la de ayer. Era el día de demostrar la personalidad del equipo, imponer su estilo, ganar con el balón raseado. Era el día de que Banega tuviese la oportunidad de torear en una plaza complicada. El técnico no lo estimó así.

Unai Emery mide mucho sus palabras. Quizá, porque es consciente de que su legión de detractores crece con cada decisión errónea que comete. Un buen entrenador es capaz de leer un partido y, si ha errado en su planteamiento inicial, corregir sobre la marcha. Con los primeros cambios se vio enseguida que el entrenador no es consecuente con su "teoría de las tarjetas amarillas", según la cual cualquier futbolista amonestado será sustituido antes que otro sin tarjeta. Albelda se quedó; Marchena se marchó. Otro error: entró Banega, sí, quizá para tocar más, buscar transiciones rápidas y desbordar a la defensa a la contra. Era el momento del Chori. Pero Emery optó por Zigic, un jugador que maximiza sus cualidades cuando el balón aéreo se convierte en el último recurso. Bienvenidos al mundo de la incongruencia.

Para entonces, el Sevilla ya había bajado el pistón. Era lógico: la intensidad de la primera mitad también había dejado paso a la tranquilidad, tras el "regalito" de Albelda en la medular que fue aprovechado por Navas para montar una contra en solitario, uno contra el mundo. El de Los Palacios asistió a Negredo, un jugador por debajo de su nivel esta temporada. El "Tiburón de Vallecas" nos regaló un pedazo de gol de vaselina ante el que César, más centrado en "picarse" con la grada que en el partido, sólo pudo hacer la estatua.

En los últimos instantes, los arreones del Valencia, más corazón que otra cosa, se toparon con el palo, con Palop y con Pérez Lasa, por este orden. Lo del árbitro es mejor dejarlo a un lado. Sólo hay una cosa peor que un colegiado malo: que, además de malo, sea cobarde. La patada de Palop a Villa, con 2-1 en el marcador y a pocos segundos del final, debió haber sido castigada con un penalti a favor del Valencia. Pérez Lasa vio la patada, vio el penalti... pero tuvo miedo a pitarlo.

El miedo, una sensación desagradable y peligrosa. Lo tuvo el entrenador: miedo a perder, de ahí su planteamiento. Lo tuvo el equipo: miedo a las alturas, a ser la alternativa. Porque se vive muy cómodo en la tercera plaza, y no es plan de matarse a trabajar. Lástima que, con esta actitud, o más bien falta de ella, esta tercera posición no vaya a durar demasiado. Al tiempo.
LAS FOTOS



EL VIDEO



http://elvalencianista.com/articles/42160-donde-quedo-la-ambicion

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