Al portugués le bastaron quince minutos para convertir los tímidos silbidos iniciales en aplausos.
El día de ayer era uno de los más importantes para Miguel Brito desde que está en la ciudad de Valencia. Eternamente criticado por sus ´affaires´ nocturnos, el portugués ha vivido quizá su peor semana desde que aterrizase en la capital del Turia, no ya por su trifulca en una discoteca en Portugal, sino porque parece que el entorno valencianista se ha cansado definitivamente de la reiteración en estos asuntos del luso. Con este panorama por delante, a Miguel solo le queda una vía para acabar con el aluvión de críticas que le están lloviendo: hablar dentro del campo y callar fuera de él.
Pues bien, ayer tenía la primera oportunidad de reconciliarse tanto con la grada, como con la directiva, pero sobretodo con el entrenador. El bajo estado de forma de Mathieu, recién recuperado de una lesión muscular, le dio la titularidad desplazando a Bruno a la banda izquierda. Esta fue la primera prueba de que Emery, que aunque no le hace ni pizca de gracia la situación, quiere olvidar los temas extradeportivos, y pensar solo en el Miguel futbolista, y en como sacarle el máximo rendimiento deportivo.
La tarde no comenzaba de la mejor manera para el lateral luso. Mestalla parece que también empieza a hartarse de que se hable más de sus líos fuera que dentro del campo, y ayer lo demostró en los prolegómenos y en los minutos iniciales del encuentro. Desde el calentamiento se notaba que la gente andaba mosqueada con el luso, y comenzaron a escucharse los primeros pitos. El peor momento fue cuando el partido estaba a punto de empezar. El ´speaker´ anunciaba su nombre por la megafonía y Mestalla silbaba, aunque ni mucho menos unánimemente, la presencia del luso en el once.
Seguramente Miguel no escuchó los silbidos, pero desde un principio se notaba que la tarde de ayer era importante para él. El partido comenzaba bastante espeso por parte de ambos equipos, pero si un jugador destacó por encima de todos en los primeros quince minutos, ese fue Miguel. Unas cuantas subidas por la banda, combinando con Joaquín, bastaron para que la grada comprendiera que el lateral estaba ayer al ciento diez por cien, y que no era de recibo silbarle. Quince minutos lfueron suficientes para convertir los pistos en aplausos. Y es que a Mestalla le gusta el fútbol, y que mejor que una gran arrancada culminada con un disparo desde dentro del área para hacer olvidar a la gente cualquier cosa que no tenga que ver con fútbol. Así pues, ya tiene la fórmula para ganarse a la gente. Esperemos que no sea un espejismo.
http://www.superdeporte.es/valencia/2010/01/03/miguel-gano-rapido-publico-mestalla/82665.html
Pues bien, ayer tenía la primera oportunidad de reconciliarse tanto con la grada, como con la directiva, pero sobretodo con el entrenador. El bajo estado de forma de Mathieu, recién recuperado de una lesión muscular, le dio la titularidad desplazando a Bruno a la banda izquierda. Esta fue la primera prueba de que Emery, que aunque no le hace ni pizca de gracia la situación, quiere olvidar los temas extradeportivos, y pensar solo en el Miguel futbolista, y en como sacarle el máximo rendimiento deportivo.
La tarde no comenzaba de la mejor manera para el lateral luso. Mestalla parece que también empieza a hartarse de que se hable más de sus líos fuera que dentro del campo, y ayer lo demostró en los prolegómenos y en los minutos iniciales del encuentro. Desde el calentamiento se notaba que la gente andaba mosqueada con el luso, y comenzaron a escucharse los primeros pitos. El peor momento fue cuando el partido estaba a punto de empezar. El ´speaker´ anunciaba su nombre por la megafonía y Mestalla silbaba, aunque ni mucho menos unánimemente, la presencia del luso en el once.
Seguramente Miguel no escuchó los silbidos, pero desde un principio se notaba que la tarde de ayer era importante para él. El partido comenzaba bastante espeso por parte de ambos equipos, pero si un jugador destacó por encima de todos en los primeros quince minutos, ese fue Miguel. Unas cuantas subidas por la banda, combinando con Joaquín, bastaron para que la grada comprendiera que el lateral estaba ayer al ciento diez por cien, y que no era de recibo silbarle. Quince minutos lfueron suficientes para convertir los pistos en aplausos. Y es que a Mestalla le gusta el fútbol, y que mejor que una gran arrancada culminada con un disparo desde dentro del área para hacer olvidar a la gente cualquier cosa que no tenga que ver con fútbol. Así pues, ya tiene la fórmula para ganarse a la gente. Esperemos que no sea un espejismo.
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