Un atasco caótico en Génova, un técnico que rebaja la tensión comprando lotería, un presidente solo ante el peligro, un árbitro que regenta un spa, ininteligibles insultos en italiano y en el horizonte un sorteo que puede traer a Benítez a Mestalla. Es la otra cara del partido que juega hoy el Valencia en Génova.
Ni se podía imaginar el Valencia cuando conoció a sus rivales europeos que iba a llegar a este último partido de la liguilla en tan atípica y dramática situación. En circunstancias normales, teniendo en cuenta los compañeros de viaje que le tocaron en suerte, el equipo blanquinegro debía mandar de principio a fin. Pero como no lo ha hecho, o no ha sabido hacerlo, ahora se encuentra a las puertas de los dieciseisavos de final sin saber si la hora y media de partido que afrontará esta tarde desembocará en un trámite feliz o en el más absoluto de los fracasos.
Que el Valencia depende de sí mismo es tan seguro y fiable como que el Génova agotará todo lo que tiene para ganar y asegurarse de esa manera una plaza en la Europa League. El invitado a esta esperpéntica carambola final es el Lille, que lo normal es que machaque hoy al Slavia, al que ya goleó ampliamente en Praga, donde precisamente no pudo ganar el Valencia. Qué cosas. Para evitar juegos matemáticos, baste decir que sólo una derrota del Valencia acompañada de un triunfo del equipo francés dejaría a los de Unai Emery apartados del torneo.
Nadie duda de que el Génova es tan anárquico como peligroso, sobre todo si envuelve el gélido ambiente con una presión brutal desde la grada. No se llenará el estadio (caben casi 35.000 espectadores), pero no faltará mucho para llegar a los 28.000, que no está mal teniendo en cuenta que ayer cayó una espesa lluvia y que a la hora del partido el termómetro no superaba los cinco grados.
Los jugadores del Valencia saben muy bien lo que se van a encontrar y experiencia tienen de sobra para manejar encuentros con estos alicientes. Por supuesto, nada que ver las horas previas a este partido con el de la primera jornada en Lille, aquel donde a Emery se le cuestionaba si era acertado o no manejar unas rotaciones tan generosas como las que puso en práctica. Si el Valencia logra la supervivencia, el técnico se apuntará un tanto por aquellas maniobras. Si falla, a Emery le caerá un marrón de esos difíciles de digerir. Aunque hoy apueste por un once condicionado sólo por las ausencias de Mathieu y de Silva, el técnico sabe que este es el primer examen serio para su futura renovación.
Se podrá seguir tan bien como hasta ahora en la Liga, se podrá avanzar etapas en la Copa del Rey, pero Europa es una asignatura de esas que además de dar prestigio tienen también su repercusión económica, tanto directa como indirecta. A Manuel Llorente le daría un patatús regresar esta noche a Valencia sabiendo que ya no habrá ni un euro más por premios de la UEFA, y precisamente lo que menos necesita la entidad es engullir disgustos así.
Además, tampoco hay que olvidar la influencia moral que deja este tipo de compromisos, ya sea en el aspecto positivo o en el negativo. Lo del Real Madrid parece que no ha influido en el grupo. A la expedición se le vio ayer en calma, en idéntica situación a la que vivió en los desplazamientos a Pamplona y Bilbao, donde hubo resultados muy favorables. A Emery, de hecho, el partido de esta tarde le recordaba bastante al que jugaron en el Reyno de Navarra, un estadio además de similares características.
Pero los italianos son bastante más peligrosos que los navarros, cuyo único argumento ofensivo era el del balón en largo. No es que tengan muchas cualidades los genoveses, pero sólo la alegría de su fútbol ya les hace ser tan imprevisibles como temibles. Y lo que menos quiere precisamente el Valencia es dar vida al encuentro. Cuanto más apagado y frío sea, mucho mejor. El calor lo deberían poner los de siempre: los Villa, Mata y quizás Joaquín en lugar de Pablo Hernández. Este último apunte, por cierto, es una de las incógnitas que quedan por despejar, como también la situación de Banega o los retoques que se pueden dar en defensa, tanto por el centro como por la banda del lesionado Mathieu.
Difícil, no obstante, lo van a tener los jugadores valencianistas. El campo invita a una comunión perfecta entre los hombres de Gasperini y el público genovés. Techado casi en su totalidad, la cercanía de la grada da pie a aumentar la presión. Es, con diferencia, el aspecto más temible de este equipo que se ha hecho fortísimo en casa pese a que en la disputa del Calcio lo cierto es que la cosa le va regular. Es décimo, pero el puesto que ocupa actualmente el Génova encierra una trampa. Los 28 goles que lleva anotados lo convierten, pese a su mediocre ubicación, en el tercero más anotador. Aunque, por contra, es el más goleado de la clasificación.
Eso se comprobó en Mestalla, con aquel 3-2 con el que acabó el enfrentamiento con los valencianistas, que siguen presumiento de llevar 17 partidos sin conocer la derrota en Europa. Fuera de casa, además, el Valencia sólo ha perdido un partido de los últimos 13 disputados (2-0 con el Rosenborg en octubre de 2007).
A las estadísticas, no obstante, hay que darles la importancia que merecen pero bueno es observar que lo mejor que tiene el equipo de Emery es precisamente su juego de contragolpe. Ideal para hoy. El técnico, como siempre, ha repetido que lo mejor es no perder la filosofía que tanto juego ha dado a este equipo en lo que va de temporada. El problema es si como referencia se coge partidos como el de Lille, el de Praga o el último frente al Real Madrid. En unos hicieron mucho daño las pájaras, mientras que en el último compromiso el equipo estuvo un escalón por debajo de su nivel habitual.
Las exigencias hoy serán máximas, al menos a priori. Aquí perdieron Lille y Slavia, como también lo hicieron en la liga doméstica -para ir haciéndose a la idea- equipos como Roma, Nápoles, Fiorentina, Sampdoria y Siena. Sólo la Juventus se atrevió a sacar un empate (2-2), mientras que el Inter destrozó los pronósticos con un abrumador 0-5. ¿Es el Valencia mejor que alguno de esos equipos que perdieron? Posiblemente sí en la mayoría de los casos, pero hoy deberá demostrarlo y amarrar cuanto menos el empate si no quiere zambullirse en uno de esos patinazos que hacen zozobrar a una entidad deportiva.
Ni se podía imaginar el Valencia cuando conoció a sus rivales europeos que iba a llegar a este último partido de la liguilla en tan atípica y dramática situación. En circunstancias normales, teniendo en cuenta los compañeros de viaje que le tocaron en suerte, el equipo blanquinegro debía mandar de principio a fin. Pero como no lo ha hecho, o no ha sabido hacerlo, ahora se encuentra a las puertas de los dieciseisavos de final sin saber si la hora y media de partido que afrontará esta tarde desembocará en un trámite feliz o en el más absoluto de los fracasos.
Que el Valencia depende de sí mismo es tan seguro y fiable como que el Génova agotará todo lo que tiene para ganar y asegurarse de esa manera una plaza en la Europa League. El invitado a esta esperpéntica carambola final es el Lille, que lo normal es que machaque hoy al Slavia, al que ya goleó ampliamente en Praga, donde precisamente no pudo ganar el Valencia. Qué cosas. Para evitar juegos matemáticos, baste decir que sólo una derrota del Valencia acompañada de un triunfo del equipo francés dejaría a los de Unai Emery apartados del torneo.
Nadie duda de que el Génova es tan anárquico como peligroso, sobre todo si envuelve el gélido ambiente con una presión brutal desde la grada. No se llenará el estadio (caben casi 35.000 espectadores), pero no faltará mucho para llegar a los 28.000, que no está mal teniendo en cuenta que ayer cayó una espesa lluvia y que a la hora del partido el termómetro no superaba los cinco grados.
Los jugadores del Valencia saben muy bien lo que se van a encontrar y experiencia tienen de sobra para manejar encuentros con estos alicientes. Por supuesto, nada que ver las horas previas a este partido con el de la primera jornada en Lille, aquel donde a Emery se le cuestionaba si era acertado o no manejar unas rotaciones tan generosas como las que puso en práctica. Si el Valencia logra la supervivencia, el técnico se apuntará un tanto por aquellas maniobras. Si falla, a Emery le caerá un marrón de esos difíciles de digerir. Aunque hoy apueste por un once condicionado sólo por las ausencias de Mathieu y de Silva, el técnico sabe que este es el primer examen serio para su futura renovación.
Se podrá seguir tan bien como hasta ahora en la Liga, se podrá avanzar etapas en la Copa del Rey, pero Europa es una asignatura de esas que además de dar prestigio tienen también su repercusión económica, tanto directa como indirecta. A Manuel Llorente le daría un patatús regresar esta noche a Valencia sabiendo que ya no habrá ni un euro más por premios de la UEFA, y precisamente lo que menos necesita la entidad es engullir disgustos así.
Además, tampoco hay que olvidar la influencia moral que deja este tipo de compromisos, ya sea en el aspecto positivo o en el negativo. Lo del Real Madrid parece que no ha influido en el grupo. A la expedición se le vio ayer en calma, en idéntica situación a la que vivió en los desplazamientos a Pamplona y Bilbao, donde hubo resultados muy favorables. A Emery, de hecho, el partido de esta tarde le recordaba bastante al que jugaron en el Reyno de Navarra, un estadio además de similares características.
Pero los italianos son bastante más peligrosos que los navarros, cuyo único argumento ofensivo era el del balón en largo. No es que tengan muchas cualidades los genoveses, pero sólo la alegría de su fútbol ya les hace ser tan imprevisibles como temibles. Y lo que menos quiere precisamente el Valencia es dar vida al encuentro. Cuanto más apagado y frío sea, mucho mejor. El calor lo deberían poner los de siempre: los Villa, Mata y quizás Joaquín en lugar de Pablo Hernández. Este último apunte, por cierto, es una de las incógnitas que quedan por despejar, como también la situación de Banega o los retoques que se pueden dar en defensa, tanto por el centro como por la banda del lesionado Mathieu.
Difícil, no obstante, lo van a tener los jugadores valencianistas. El campo invita a una comunión perfecta entre los hombres de Gasperini y el público genovés. Techado casi en su totalidad, la cercanía de la grada da pie a aumentar la presión. Es, con diferencia, el aspecto más temible de este equipo que se ha hecho fortísimo en casa pese a que en la disputa del Calcio lo cierto es que la cosa le va regular. Es décimo, pero el puesto que ocupa actualmente el Génova encierra una trampa. Los 28 goles que lleva anotados lo convierten, pese a su mediocre ubicación, en el tercero más anotador. Aunque, por contra, es el más goleado de la clasificación.
Eso se comprobó en Mestalla, con aquel 3-2 con el que acabó el enfrentamiento con los valencianistas, que siguen presumiento de llevar 17 partidos sin conocer la derrota en Europa. Fuera de casa, además, el Valencia sólo ha perdido un partido de los últimos 13 disputados (2-0 con el Rosenborg en octubre de 2007).
A las estadísticas, no obstante, hay que darles la importancia que merecen pero bueno es observar que lo mejor que tiene el equipo de Emery es precisamente su juego de contragolpe. Ideal para hoy. El técnico, como siempre, ha repetido que lo mejor es no perder la filosofía que tanto juego ha dado a este equipo en lo que va de temporada. El problema es si como referencia se coge partidos como el de Lille, el de Praga o el último frente al Real Madrid. En unos hicieron mucho daño las pájaras, mientras que en el último compromiso el equipo estuvo un escalón por debajo de su nivel habitual.
Las exigencias hoy serán máximas, al menos a priori. Aquí perdieron Lille y Slavia, como también lo hicieron en la liga doméstica -para ir haciéndose a la idea- equipos como Roma, Nápoles, Fiorentina, Sampdoria y Siena. Sólo la Juventus se atrevió a sacar un empate (2-2), mientras que el Inter destrozó los pronósticos con un abrumador 0-5. ¿Es el Valencia mejor que alguno de esos equipos que perdieron? Posiblemente sí en la mayoría de los casos, pero hoy deberá demostrarlo y amarrar cuanto menos el empate si no quiere zambullirse en uno de esos patinazos que hacen zozobrar a una entidad deportiva.
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